«BRAZIL»: La película que te encanta odiar.

TERRY GILLIAM ES «BRAZIL»

Del cineasta británico (aunque nacido en Estados Unidos) Terry Gilliam, se pueden decir muchas cosas. Y todas ellas positivas. Como por ejemplo, que fue miembro del ilustre y rompedor grupo de cómicos Monty Python, que en su filmografía como director destacan filmes que además de ser sonados éxitos también han entusiasmado a la crítica, o que entre otras distinciones, es Oficial de la Orden de las Artes y las Letras. Pero también hay que decir que, debido a lo profundo y particular de su universo personal, y a la forma tan singular que tiene de mostrarlo, que no son pocos los problemas que ha tenido (y tiene) tanto para financiar, como para distribuir sus obras. Tal es el terrible choque entre su desmedido talento y la industria. Esa industria que a la vez que lo vitorea, carece de la comprensión necesaria para ver más allá de alocado cine de aventuras o ciencia-ficción, que es lo que los ojos inexpertos pueden pensar a priori de sus películas. Y es que el cine de Gilliam va mucho más allá de lo que se pueda esperar de un cineasta convencional. Va hasta donde pueda llegar su imaginación, y la complicidad con el respetable. Porque el cine del Monty Python que disfrutaba de hacer experimentos visuales hasta rozar el surrealismo cuando estaba con sus excéntricos colegas es, principalmente, cine dentro de cine (rompe los esquemas establecidos para contar las historias a su manera, de tal modo que en una sola película encontramos varios hilos, y todos dentro de bizarras Cajas de Pandora), además de un histriónico y sincero canto a la libertad. Porque la máxima que se repite en toda su obra, es la de la lucha del individuo por ser libre, por desligarse de las cuerdas que lo atan a un trabajo, a un matrimonio, a una sociedad, a un mundo que lo corrompe, que lo utiliza, y que lo marchita hasta no dejar de él más que una sombra de lo en su día fue. Y en muchos aspectos, su particular y desvergonzada versión de la fundamental distopía de George Orwell1984” (que en su momento algunos ingenuos tomaron como una parodia de la intocable cinta de 1982 “Blade Runner”, de Ridley Scott), la incomprendida y maravillosa “Brazil”, es el summum de todo ese imaginario tan de Gilliam: La lucha contra el sistema, la búsqueda de la libertad, y por lo tanto de la felicidad, por encima de todas las cosas, y la total aceptación de nuestro mundo interior, que por muy pesadillesco que pueda parecer, quizá no lo sea tanto como el “mundo real”, tan difícil de comprender y de mantener bajo control.


ANTES DE «BRAZIL»

Gilliam, como ya hemos visto, fue el más plástico de los integrantes de los Monty Phyton, destacando con sus cortometrajes de animación surrealista, además de por sus incontables cortos y sketches de humor. Como director de largos, y al margen de su trabajo para con los Python (al margen pero no del todo, pues siempre han tenido muy buena relación y han habido muchos “cruces de caminos» a lo largo de sus respectivas carreras), consiguió dos sugerentes éxitos que le abrieron las puertas de los grandes estudios: “La Bestia del Reino” (Jabberwócky, 1977), y “Los Héroes del Tiempo” (Time Bandits, 1981).

Tras esos modestos pero muy valorados filmes, y con la reputación que le precedía, Gilliam se puso manos a la obra para hacer realidad el rodaje del alocado y terrible guión escrito junto a Tom Stoppard y Charles McKeown, acerca de un mundo futuro distópico tan parecido al de la famosa novela de Orwell, que tuvo como título provisional “1984 and a half”, pero que finalmente se acabó cambiando debido a problemas legales, y a que la adaptación oficial de la novela, obra de Michael Radford y estrenada justo en 1984, indudablemente le acabaría haciendo sombra. No obstante, que el filme se acabara llamando finalmente “Brazil”, tiene mucho más que ver con el sentido de la película de lo que muchos imaginan. Estando de vacaciones el cineasta en una playa en Gales, se encontró con que todo el mundo se iba corriendo debido a la llegada de un temporal. Todo el mundo menos un solitario hombre, que no se movió de su lugar ni dejó de escuchar su radio, ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Lo que el hombre escuchaba y le hacía estar impasible, era «Brazil», de Geoff Muldaur, versión de la original «Aquarela do Brasil», de Ary Barroso. Gilliam no pudo evitar pensar en los puntos en común que tenían en ese preciso instante, aquel desconocido y el anti-héroe de su cinta futurista.

TODOS QUERÍAN ESTAR EN «BRAZIL»

Fue el interés por el proyecto del célebre Robert De Niro, que pasó de optar al papel protagónico (que finalmente recayó en Jonathan Price) a conformarse con uno mucho más secundario, pero que se tomó tan en serio que incluso llegó a ralentizar considerablemente el rodaje, lo que sirvió para que la anunciada como la mayor comedia negra de la década, estuviera en boca de todo el mundo. Tanto es así, que nombres como los de Tom Cruise, o Madonna, estuvieron en la lista de posibles actores en nómina de la cinta. Con un Price en estado de gracia, una galería de secundarios de lujo (destacando los siempre geniales Ian Holm y Bob Hoskins, además de De Niro, junto al inestimable ex-Monthy Pyton Michael Palin), el ambicioso proyecto de Gilliam no encontraba forma de ser vendido a ningún estudio por el productor Arnon Milchan. Finalmente, Milchan consiguió la financiación necesaria tras publicitar en Cannes que su protegido Gilliam había sido tentado por la Fox para dirigir la super-producción “Enemy Mine” (que acabó dirigiendo Wolfgang Petersen), y que éste la había rechazado a favor de su excéntrica cinta de ciencia-ficción.

Finalmente, la epopeya del funcionario público en lucha contra el sistema y su propio yo, cual Quijote sin Sancho pero sí con Dulcinea, en un despiadado mundo totalitario y steampunk antes de que se inventara el término, consiguió terminarse… Pero por poco no llegó a estrenarse.


PELÍCULA DE CULTO ANTES DE SU ESTRENO

Fue uno de sus productores ejecutivos, Sid Sheinberg, el que consideró la película demasiado oscura y deprimente como para estrenarla en salas, intentando que fuera un lanzamiento directo para vídeo doméstico. A tanto llegó su desánimo para con la cinta, que logró frenar su estreno en Estados Unidos. Mientras Sheinberg y su equipo remontaban la película para darle un del todo innecesario final feliz, Gilliam se paseaba por distintas escuelas de cine de suelo americano dando charlas y mostrando clips de su obra. En realidad, lo que hacía el cineasta era mostrar su película entera a un selecto y cada vez mayor grupo de apasionados por el 7º arte, que no dudaban en hablar maravillas de lo que acababan de ver. Se cuenta que durante uno de esos pases, no paró de sonar el teléfono con amenazas al respecto por la exhibición de la película por parte del bueno y esforzado de Gilliam. Finalmente, ante la avalancha de críticas positivas, Sheinberg no tuvo más que ceder y estrenar la versión íntegra de la obra. Al parecer, algunos creen que el productor temió que “Brazil” fuera nominada a algún Óscar (efectivamente, recibió dos nominaciones, por mejor guión y por mejor diseño de producción), y que por su falta de visión quedara a vista de todos como un loco o un tirano. No obstante, en parte sí que se salió con la suya, pues tuvo tiempo de hacer una versión con final feliz para el mercado videográfico, que posteriormente llegó a emitirse en TV. De dicha versión, conocida como “love conquers all”, evidentemente Gilliam reniega absolutamente.


LO QUE NOS DEJÓ «BRAZIL»

El capítulo intermedio de lo que el propio Gilliam llamó “la trilogía de la imaginación” (el primero sería “Time Bandits”, de 1981, y el tercero “The Adventures of Baron Munchausen”, de 1988) ha resultado ser, muy a su pesar, un filme terriblemente influyente. Con todo su humor negro, su mensaje descorazonador que hace suyo el lema “no future” de los punks, y su ensalzamiento (encubierto) a favor del consumo de drogas (lo que sea con tal de evadirse de la terrible realidad), este extravagante ejercicio cinematográfico, tan personalísimo como el resto de la gran obra de su director, es un filme que disfrutas de principio a fin pese a lo grotesco, desagradable, y aterrador que resulta. Y es que por mucho que nos duela, en el fondo todos sabemos que llevamos un pequeño Sam Lowry en nuestro interior, que mientras sonríe, asiente y hace todo lo que le dicen, no deja de preguntarse hasta dónde sería capaz de llegar por conseguir su libertad y, por consiguiente, su ansiada y merecida felicidad.


LAS CURIOSIDADES DE «BRAZIL»

  • El rodaje de la película pasó de las 20 semanas iniciales, a los 9 meses.
  • Gilliam quiso homenajear al cineasta Akira Kurosawa con las escenas de samurais.
  • La madre del protagonista fue interpretada por dos actrices: Katherine Helmond y Kim Greist.
  • Según Gilliam, Tom Cruise le suplicó por el papel protagonista. Pero éste pensó que Jonathan Price había nacido para encarnar a su anodino funcionario contra el sistema opresor, pasando por encima del célebre Robert De Niro.
  • Fue el propio De Niro el que defendió públicamente a Gilliam en su lucha contra el estudio, para poder estrenar su versión íntegra sin el final feliz.
  • Gillam asegura que el estilo steampunk de la cinta no fue buscado, sino que se consiguió de forma fortuita mezclando todo tipo de tecnología para no poder ubicar la historia en ningún punto del futuro en concreto.
  • El músico Michael Kamen basó todo su soundtrack en infinitas variaciones de la pieza “Brazil”, de Geoff Muldaur, llegando al climax en los créditos finales con una versión festiva en clave de samba, que resulta ser el contrapunto perfecto al inesperado y espeluznante final de la película.
  • El fallecido actor River Phoenix adoraba la película, y el protagonista de la misma, su amigo Jonathan Price, concertó una cita con el director Terry Gilliam para conocerse. Por desgracia, el día de la cita fue el mismo en que Phoenix murió, y nunca llegó a conocer a su ídolo.
  • Gilliam, en vista de que su película no terminaba de llegar a las salas, publicó un anuncio en el Daily Variety que decía: “Querido Sheinberg ¿Cuándo estrenarás mi película? Firmado, Terry Gilliam”.
  • La máscara del torturador, aparece en varias tomas del video-clip musical “Basket Case”, de Green Day.

¿Cuántos terroristas he conocido? ¿Verdaderos terroristas?
Bueno, es mi primer día…

Sam Lowry.

Algunas fuentes consultadas:


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